LETRAS

VIOLINES PARA ENDULZAR, MIRADAS PARA PENSAR
Por: Fernando Candeias

El reloj marcaba las 8:20 aproximadamente. Era temprano. El piso comenzaba a encerarse con las huellas de quienes cada día transitan los suelos subterráneos: trabajadores, estudiantes… todos con “algo por hacer”, todos empezando su día.

En el trayecto que combina el ramal E con el D se oye, a lo lejos, la voz de un vendedor que ofrece sus productos y llama la atención como, tan coordinadamente, se mezcla con la voz de una mujer que también hace lo propio. Son pareja. Tienen su parada fija, su lugar de venta y también alguno que otro cliente estable. Lentamente y sin advertirlo los sonidos se cruzan, se diluyen, se entremezclan. De fondo se escucha el rugido salvaje de la línea A de subterráneo y en el trayecto hacia la D un tenue violín. Un joven mañanero, apasionado de la música, endulza los oídos de aquellas personas a las que… “Dios ayuda”, porque claro, según dicen, “al que madruga Dios lo ayuda”.

Los carteles señalizadores indican “Catedral”, y debajo con letra más pequeña: “Trenes a Congreso de Tucumán”. El color esperanza es el dueño de la estación. Comienza el viaje rumbo a “Callao”; previa escala en un lugar clave del trayecto, una voz anuncia: “Estación 9 de julio combinación con líneas B y C”, las puertas se transforman en un embudo,un cardumen de gente anhela, desesperadamente, entrar. Mujeres, hombres, estudiantes, profesionales, niños, ancianos, todos confluyen en un mismo vagón. No faltan los desaforados que al ver un asiento libre se zambullen de cabeza sin importar quién esté al lado.

El vagón está repleto. Se transformó en un bosque de personas; unos pocos bajan en la estación “Tribunales”, otros en “Callao” y algunos en “Facultad de medicina”, son aquellos alumnos que van rumbo a una jornada de estudios. Después emprenderán la vuelta.

La vuelta implicaba un cambio importante respecto a la temperatura ambiente, ya que la sensación térmica era notoriamente mayor que a la mañana. Las camisas en los hombres delataban el sudor propio de una jornada calurosa.

En ese viaje de regreso se dio una discusión a distancia entre dos jóvenes. “Hoy los molesto porque necesito su ayuda para poder vivir, pagar los impuestos, comer y alimentar a mis hijos. Todo está cada vez más caro y a uno no le alcanza la plata para sobrevivir, por eso yo voy a proceder a exigirles a cada uno de ustedes la suma de 10 pesos en colaboración”, explicaba tranquilamente uno de los jóvenes. A todo esto los pasajeros se empezaban a incomodar por la situación y se miraban entre sí con cara de asombro. La reacción no tardó en llegar, desde la otra punta del vagón, un joven con mochila al hombro, al parecer estudiante, respondió: -¡Yo no te doy nada, cómo me vas a exigir 10 pesos! El cruce de palabras iba tomando temperatura, los pasajeros se hacían los distraídos, pero el clima era un poco tenso. El joven que comenzó el monólogo, continúo: “¿Cómo que no me vas a dar nada? ¡Todos me van a dar los 10 pesos, incluido vos!”; en ese momento se observaron con una mirada cómplice y exclamaron a dúo: “Quédense tranquilos, no estamos locos. Somos actores de teatro del circuito Under, sólo queremos hacernos conocer, les pedimos disculpas por el momento de tensión que tuvieron que vivir, pero realmente fue entretenido. Ahora vamos a pasar la gorra para que los que quieran, y a voluntad, colaboren con nosotros, muchas gracias”. Los pasajeros no tardaron en responder con un aplauso cerrado y muchos de los allí presentes colaboraron con los creativos jóvenes.

El viaje continúo hasta “9 de julio”, lugar de combinación con la línea C rumbo a constitución, donde las anécdotas tienen poco de color y mucho de tristeza. Ahí abrí aún más los ojos, preste atención y me encontré con una fotografía eterna, un paisaje que lamentablemente no se modifica, son esos pies descalzos que caminan la estación en búsqueda de una monedita, un pedazo de pan… aquellos que usan los bancos como cama y los ángulos de 90 grados, que forman las paredes, para refugiarse del frío. Aquellos que hoy son olvidados por muchos y que mañana… sólo el destino sabrá qué pasará “mañana”.

Un recorrido que empezó a endulzarse con la alegría de un violín y que terminó con la amarga tristeza de miradas perdidas que intentan buscar un rumbo.


Foto:
Gusdreams (Flickr)


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